Si de Jesús dice la Biblia que "Dios lo hizo semejante en todo a nosotros, menos en el pecado" (Heb. 4) también a la Virgen Madre la hizo semejante en todo a las mujeres sencillas y pobres del pueblo, menos en el pecado.
A ella también mientras teje se le cae la carreta de hilo... suspira y se levanta. Tiene que llamar la atención de Jesús niño porque está comiendo fuera de hora y se le quita el apetito para el almuerzo. No nos la imaginemos en continuo éxtasis todo el día. Ella también se gana el pan con el sudor de su frente y trabaja duro como todas las mujeres juiciosas del mundo. Las manos de María son finas y limpias, pero enrojecidas de tanto lavar ropa y moler granos en la piedra. Porque lavando ropa y moliendo granos se hace uno santo si quiere.
El niño Jesús, como todos los niños, sale de la casa a ratos a jugar con sus amiguitos, pero no a la guerra, como le piden ellos. "Mejor juguemos a que uno de nosotros era Moisés y nos llevaba por el desierto", nos parece oírle decir, y todos felíces se divierten con esta aventura hasta el anochecer...
¿Y de qué hablan María y José?
De que el niño Jesús es tan bueno que quiere aserrar madera pero todavía no alcanza hasta el banco. Que se le cayó un martillo en un pie. Que se sabe de memoria muchos textos de la Ley y los Profetas. Que de vez en cuando se pone como triste y pensativo al ver cómo se ofende a Dios...
Nosotros no nos imaginamos hoy, como se imaginaron algunos antiguos, que la casa de María era una fábrica continua de milagros: que las aves extendían la ropa, que los peces la lavaban golpeteando con sus aletas, que un ángel fornido clavaba las tablas, que las palmeras se inclinaban y les regalaban los alimentos... No. No. María también sudaba trayendo leña, se fatigaba lavando en la quebrada y se ponía colorada de tanto correr tras las ovejas para traerlas a la casa. Tenía que hacer milagros de economía como todas las amas de casa para que alcanzara para el mercado de la semana lo que ganaba el pobre jefe de familia, José, quien, por su parte, tenía que trabajar duro y cumplir las exigencias de sus clientes, que seguramente apreciaban la extraordinaria calidad y precios justos de aquel carpintero modesto de Nazaret.
¡Quién imitaría a unos esposos para quienes toda la vida hubiera sido fácil, con los ángeles llenando su casa de prodigios inútiles! Por eso Dios los quiso como todos nosotros, para que nos sirvieran como modelo de virtudes enmedio de los quehaceres normales de nuestra vida.
Basado en el "Reportaje en Nazaret", como viene recopilado en el libro "Ejemplos Marianos" del P. Eliécer Sálesman¿Cómo era la vida en el hogar de María y San Juan?
Lo había dicho Cristo desde la cruz. A María le dijo que Juan sería su hijo. A Juan le dijo que sería su madre. Y así se hizo. Después de la muerte de Cristo, María se dio una vuelta por Nazaret para levantar su casa, recoger algunas pocas cosas y venirse a vivir en casa de Juan. No hubo necesidad de un carretón de mudanza porque era poco lo que tenía, y de esto, la mayoría lo fue repartiendo entre las vecinas y los pobres del pueblo. No se llevó la alfombra persa, ni las cortinas de seda, ni el espejo con marco de plata, porque nunca los tuvo. Tenía un hermoso arcón, eso sí, que José se lo fabricó para su cumpleaños, pero tampoco se lo llevó; se lo dejó de regalo a una vecina pobre. Las herramientas de José se las regaló a un aprendiz de carpintero para que pusiera su propio negocio. Ella se llevó de recuerdo uno de los martillos con que tanto habían trabajado José y Jesús. También se llevó una silla hecha por Jesús mismo. En muy buen estado, a pesar de estar muy usada. Debe haber sido una silla sencilla pero hermosa, buena para descansar, para recobrar las fuerzas. Una silla siempre dispuesta a recibir a los agobiados, a los fatigados, a los cansados por una carga pesada. Bien sabe Jesús como hacer eso. El sabe aligerar las cargas. Debe haber sido una silla sencilla y a la vez muy hermosa.
Así, María dejó atrás casi todo y se fue a vivir a casa de Juan; y aceptaría muy gustosa el venir a vivir a cualquiera de nuestras casas.
¿Cómo sería la casa de Juan?
Juan tendría la casa por dentro..., bueno, Juan era hombre,
joven, soltero..., lo normal en estos casos es que aquella casa fuera...
bueno... una zona montañosa.
Sospechamos que al llegar, María encontró montoncillos de polvo en los rincones; quizá una túnica y un sartén colgados del mismo clavo; zonas por las que nunca había pasado la escoba; trastes sin lavar; unas sandalias tiradas junto a la mesa, y alguna túnica descosida con varios tirones sin arreglar.
María se puso a ordenar todo aquello y pronto lo dejó impecable.
Verás, María. Ese desorden que encontraste en casa de Juan lo encontrarás en todas nuestras casas. En casa de Juan arreglaste varios aparejos de pesca enredados. En nuestras casas hay lazos familiares que se han roto o que se han enredado un poco. Ayúdanos a desenredarlos. En casa de Juan pusiste las cosas ordenadamente en el sitio que les correspondían. En nuestros hogares puede que encuentres personas que no están en su sitio; papás o mamás que se ocupan demás por su trabajo y descuidan a la familia; esposos que no están en su sitio como esposos; hijos que no están controlados como debieran estarlo, y padres ancianos que, quizá, están demasiado arrinconados. En casa de Juan sacaste cosas que salían sobrando. En nuestras casas, necesitamos tu ayuda para deshacernos de cosas que sobran: egoísmo, hastío, malos modos, malos ejemplos.
María, te invitamos a nuestras casas para que nos ayudes como ayudaste a Juan.
Y María bien que ayudó a Juan, a los demás apóstoles y a todos los cristianos, con su consuelo, su apoyo, su orientación, y su enorme fe en Dios. María también escribió cartas a las diversas comunidades cristianas, recordándoles la palabra de Dios, como es el caso de esta carta a la ciudad de Mesina, donde Pablo predicaba el Evangelio:
"Yo, María Virgen, Sierva de Dios Nuestro Señor, y humildísima Madre de Jesucristo, Hijo de Dios Todopoderoso y Eterno, saludo a todos los que habitan en Mesina. A todos les deseo salud y bendición en Nuestro Señor. Ya habéis aprendido algo de los embajadores que se os han enviado; y habéis recibido el Evangelio, reconociendo que el Hijo de Dios se hizo Hombre; y que sufrió su Pasión y Muerte por la Salvación del mundo. También habéis aprendido que El es el Cristo y el Verdadero Mesías. Haced esfuerzos de perseverar, os suplico. Y mientras tanto os prometo a vosotros y a toda vuestra posteridad, Mi asistencia en la Presencia de mi Hijo".
"María, Virgen, humildísima Sierva de Dios".
Así como a ellos, a nosotros también ayúdanos, María, para poder tener siempre presente a Jesús. Ayúdanos a desenredar nuestras vidas y a ser fieles cristianos. María, no te canses de recordarnos aquellas palabras que pronunciaste durante las Bodas de Caná: "Haced todo lo que Él (Jesús) os diga".