Que Jesucristo muriera por nosotros puede decirse que lo exigía nuestra redención. Era voluntad del Padre que diese su vida para salvarnos. Pero la institución de la Eucaristía fue simplemente invención y exigencia de su amor. Sólo el amor a los hombres le pudo inspirar este admirable Sacramento y este Misterio de amor.
Hay más. Porque en realidad la permanencia eucarística de Jesús podría reducirse a su presencia victimal durante el Santo Sacrificio del altar. Pero no. Él inspiró a su Iglesia que su presencia sacramentada perdurara todo el día y todos los días de nuestra vida. Él inspiró la realidad inefable del Sagrario.
El Sagrario satisface todos nuestros deseos de estar con Jesús, de visitarle, de tenerle a nuestro alcence. El Sagrario alivia nuestra condición de desterrados.
Envidiamos –en el buen sentido de la palabra– a la Sagrada Familia porque le cupo la gloria y el consuelo de vivir con Jesús, de trabajar para Jesús, de estar con Jesús. También a nosotros; ahí está en el Sagrario, aunque oculto.
Envidiamos a San José en su trabajo rutinario de cada día. En las horas largas de su trabajo piensa en Jesús, y su obsesión es volver a casa para verle y descansar a su lado. Tú y yo podemos tener igual obsesión de, al terminar nuestro trabajo, el quehacer de la casa o los estudios, ir un momento a la capilla; al Sagrario. Todos podemos albergar esa ilusión. Jesús nos espera:
Para ser mi luz en mis dudas,
Aliento en mis desmayos,
Esfuerzo en mis cansancios,
Desengaño en mis errores,
Corrección amorosa en mis faltas.
Cuando María, la hermana de Lázaro estaba en casa, sentada y llorando a su hermano difunto, hubo alguien que se le acercó y le dijo: "El Maestro está aquí y te llama". ¡Palabras dulces de una dulce realidad! También a ti y a mí nos llama desde el Sagrario, y por nuestros nombres.
"Venite seorsum, quiexcite pusillum". Jesús me invita a descansar con Él un rato; descansar de la vida, de todo lo que en la vida cansa.
"Venite et videte" –Venid y ved. Se lo dijo a Juan y a Andrés, y ellos lo siguieron y pasaron con Él aquel día. Ahora nos lo dice a nosotros. Él tiene mucho que escucharnos y mucho qué decirnos. Sólo se requiere de tu corazón y de tu tiempo para que le hables y lo escuches.
En el Sagrario está Jesús. ¿No quieres ir a verle y pasar con Él toda la tarde? ¡Tan cerca de Él como estuvieron sus apóstoles y discípulos! ¡De hablar con Él como lo hicieron sus apóstoles y sus discípulos!
No perdamos esa gran bendición de estar a su lado. Visitemos el Sagrario. Este domingo, terminando la Santa Misa, puedes visitarle.